¡TE HAN INVITADO AL CAFÉ!

Esta mañana cuando el sol sin siquiera estar presente regalaba en Cerro Muriano un espectáculo único de brillos, contrastes y tonos, el añorado fresquito del alba me generaba la imperiosa necesidad de tomar un café calentito antes de continuar los muchos kilómetros que aún me quedaban por transitar. Un café que ha sabido gloria, tanto por como se ha filtrado a través de mi cuerpo, cuanto por la manera de acariciarme el alma. Al disponerme a pagar el hostelero me ha señalado a un hombre alto que estaba sentado en la terraza con otros madrugadores, diciéndome que estaba ya pagado, con la consiguiente mayúscula sorpresa al desconocer los motivos de tan atento gesto. Al dirigirme a él para estrecharle la mano y darle las gracias, me ha dicho lo siguiente: "Gracias a tí, por lo que estás haciendo, y por ser tan honesto de seguir recogiendo en tramos tan exigentes como estos y a pesar de que nadie te esté viendo". Como me suele pasar en estos casos no he sabido que contestar, cuando alguien me alaba o me reconoce buenos actos me diluyo como terrón de azucar en líquido elemento. Algo en lo que seguir trabajando. Sólo se me ha ocurrido verbalizar que precisamente ahí donde nadie llega ni lo ve es donde más necesaria es la recogida, quitándome mérito, como de costumbre. Al rato, con los kilómetros y claridad mental que regalan la caminata, la naturaleza y la ausencia de externos distractores he empezado a procesar esas palabras y por consiguiente este texto que aquí y ahora comparto. Es precisamente esta cualidad intrínseca atribuida al ser humano, la honestidad, en la que estoy intentando esculpir, no siempre lo consigo, esta etapa vital de intento de crecimiento personal y humano por la que camino. Fue al salir de un retiro de silencio de siete días con sus siete largas noches cuando entendí que hasta entonces mi vida había sido una tremenda mentira. Un transcurrir del tiempo en el que contadas veces lo que decía y hacía estaba en consonancia real y honesta con lo que sentía. Supongo que la falta de autoestima, la necesidad de pertenencia, la carencia de amor propio y el pánico al rechazo me llevaron a ejercer un personaje cuya careta nada tenía que ver con una esencia, que necesariamente para lo que más tarde tocaba experimentar, yacía estrangulada en un frasco opaco de diminutas dimensiones. Ese séptimo día en el viaje de Gredos a Granada maté al personaje, rompí conmigo y con toda una vida, ese día, y tras esa segunda guerra mundial interna decidí coger la vereda de la verdad, la pureza y la honestidad. Esa senda tan poco transitada no siempre desemboca en un mar de turquesas tonos, también hay marinos casi negros que te alejan del islote "deseado", pero aun en estos eventos lo que queda tras la marea alta es un océano de bienestar y calma. Cuando uno es fiel con palabras y actos a su sentir, valores y principios poco importa el resultado, ya que lo que se hizo respetó al resto, pero contó principalmente con uno mismo. A mi modo de ver las cosas, honestidad es en gran parte reconocer que tú, eres la persona más importante de tu vida, y a partir de ahí, actuar en armonía y correspondencia. Hoy quiero dedicar esta pateada con imaginaria incluida a un caballero legionario sin caballo que espero me convalide la "mili", y me perdone por diseñarle con gusto a verano sus exclusivas alpargatas. También agradecer al ayuntamiento de Villaharta por su amable y calidad acogida. ¡Gracias!

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