GENERACIÓN GUADIANA

Este río que me ha acompañado en mis últimas andadas tiene la peculiaridad que desaparece sin previo aviso, de acaudalado a extinto en un par de meandros. Característica que comparte con la sociedad de hoy día, al menos con una parte de la sociedad, de la que yo me mezclo relacionalmente. ¿Qué nos está pasando? ¿Porqué no somos capaces de poner límites? ¿De mantener una conversación incómoda? ¿De expresar lo que sentimos aunque no sea lo que a la otra persona le gustaría escuchar? ¿En qué momento nos hemos convencido de que dejarnos que la tierra nos trague es mejor opción? En los últimos años he presenciado mas "fantasmadas" que en todas las películas de Casper juntas, y me pregunto...¿Para qué? Y no os voy a hablar de Tinder, que es la casa del terror en lo que al evaporamiento súbito se refiere. Os hablo del día a día, de lo cotidiano, de las interacciones de andar por casa. De la chica con la quedas para cenar, el amigo con el que se ha enfriado la relación sin sentaros a concluir el porque, o esos conocidos y conocidas que se comprometen en vivo o por teléfono a echarte un cable en alguna cuestión personal, para después, como por arte de magia y cuando ya no existe el temor de la presencia ajena, realizas esa llamada corroboradora de la acción orquestada, y no contestan, y ni te molestes en esperar sentado frente al pantano la devolución de la llamada, ya que nunca te va a aparecer en pantalla. Y me vuelvo a preguntar...¿Para qué? Para que el día que el universo que es caprichoso de cojones nos ponga frente a frente en esa calle sin salida o en ese bar donde hacerte el tonto o la tonta es misión imposible 9, no se por cual va la verdad. ¿Qué necesidad? Es tener ganas de pasar un mal rato, porque cuando eso pasa, y no tienes la conciencia tranquila, el exorcismo de malestar que recorre tu cuerpo es desagradable un rato. Podéis tener la suerte de que la otra persona por no contagiarse de vuestra incomodez se haga también la tonta, pero como no sea así, y prefiera que las situaciones hablen por si solas y se genere una sensación de, "la próxima vez me prometo que iré de frente", el síncope te lo llevas puesto, y luego ya si eso, te lamentas y reflexionas. Es que joder, no somos para nada conscientes de lo que esa huida carente totalmente de responsabilidad afectiva puede generar en la salud emocional de la otra persona. Si esta, tiene el infortunio de estar en un momento de baja autoestima, inseguridad y desvalorización el impacto de esta cobarde y torpe maniobra puede ser altamente peligrosa. ¿De verdad tan difícil es que si la cita no ha ido por los derroteros que tu esperabas exponerlo sin más, así tu duermes tranquil@, y la otra persona puede volver a respirar? ¿Es tan complicado a ciertas alturas de la vida, y con la madurez como supuesta bandera, sentarte con esa persona con la que has compartido tanto y limar asperezas? Aunque ya no se vuelva a lo de antes, por los motivos que sean, pero ostias, ¿Te vas a morir sin saber al menos lo que pasó y sin intentar arreglarlo? Y por supuesto, vamos a dejar de ponernos en la boca cosas que nos comprometan, y que luego no vamos a ser capaces de atender. Es mucho más sencillo ir de cara, que inventar excusas y mentiras. Una de ellas, la más manida, la de la falta de tiempo cada vez suena más ridicula, ya que precisamente es desde este dispositivo, en el que pasas horas y horas, desde el que debías haber resuelto el entuerto. Y vamos a decir que no, desde primera hora, que no pasa nada, que es mejor para tod@s un "no" lleno de honestidad, que un "si" titubeante, envuelto en falsedad e hipocresía. En fin, vomitado lo reflexionado durante la bonita, y sucia, como todas, etapa de hoy, yo voy a intentar ir de frente, a ver si mañana me doy de bruces con la según me han dicho, preciosa Cáceres, ya queda menos, estamos casi a la mitad, y a decir verdad, en los últimos kilómetros de cada etapa maldigo mi invento, pero al rato se me pasa, y pienso, que no se quiero que esta maravillosa experiencia llegue a su final. Gracias por estar ahí cada día, ¡Os llevo!