MOSCAS MENSAJERAS

Llevo una mosca cojonera pegada a la oreja, a veces juego y me divierto con ella, otras en cambio, la quiero matar. Ayer fue mi compañera, mi confidente, me prestó sus alas y volé, digo si volé, traspasando incluso el Espacio Schenguen. Desde allá arriba todo se ve bonito, tiene color, parece fácil y cobra todo el sentido. En pocos pasos te creo una ficción gigante, te invento una pócima mágica y me transporto emocionado a esa canción que, alineado, parece sacada de tu fuero interno para hacérsela saber y gritar al mundo entero. Cuando amanezco en mitad de la nada fluyo, todo lo puedo, me veo en mis mil batallas internas y todas las venzo. Cuando la mosca es amiga el piso es blando, el viento aliado, la cuesta es hacia abajo, y el horizonte lejano un tesoro por descubrir al que dirigirme confiado, erguido y entusiasmado. Ya he llegado, ahora toca saborear ese gran bocado que a la vida hoy le he pegado, sabe a gloria, también a tí, repetiría una y mil veces hasta morir de empacho, pero pleno, orgulloso, embriagado. Hoy sin embargo, la mosca ha sido una auténtica hija de puta, me ha llevado gran parte del camino rezandole a todos sus muertos, y que me perdonen las pulcras, los refinados y l@s niñ@s. Esta mañana a primera hora he empezado a desmontar todo lo anteriormente creado, ni el amanecer ha estado a la altura, el gris de la ciudad cubierto por el gris de un impotente nublado, ¡Mierda! Algo de arte callejero y el efímero recuerdo de todo lo sentido, gozado y experimentado en el día de ayer me han mantenido con un hilito de aliento. Etapa eterna, plomiza y fea, pero al fin y al cabo, etapa, etapa que empieza pero que también acaba, como todos esos días raros que todos tenemos y a los que no nos queremos acostumbrar. Pues siento deciros que son inherentes al ser humano, que fueron, son y serán. O nos unimos a ellos y les permitimos estar sin juicio, sin culpa y sin decisiones a tomar, o caminaremos sin remedio hacia la depresión o hacia el exceso de momentáneos, ineficaces y adictivos analgésicos. De las emociones menos placenteras se aprende, el tallo crece y las respuestas aparecen. Pero toca dejarse, sentirse y aceptarse. Yo, en estas vomitonas he dado con la tecla, las maneras y las formas de bajar a tierra lo que en la mente disperso y a su bola solo genera más estiércol, cagada que al ratito huele, y hace que lo que llueva sean más moscas cojoneras. ¡Ah!Se me olvidaba, hoy me he vuelto a topar, para rematar la faena, con una reunión de "Joselitos", cerdos, pero de 5 jotas...y si, también me he acordado de todos sus ancestros.

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