PERMITIDO PERDERSE

Hoy me he salido del camino marcado dos veces, la primera de ellas por ir distraído y ensimismado con una vacada que me ha acompañado a la carrera, cual San Fermín de papeles cambiados unos cientos de metros, y la segunda, por voluntad propia, por seguir a la intuición y no a la a priori lógica razonable. Ambas dos han devenido en un aprendizaje sutil pero de valor excelso. La guía establecida no siempre es la correcta, ya sea por accidente o por elección, nada es susceptible de valoración hasta que al menos has transitado por una de ellas. No por desconocido o poco habitual algo ha de ser menos apreciado. Donde nadie te ha sugerido nada anteriormente es ruta salvaje sin explorar, por tanto, la expectativa, enemiga intima de la frustración queda reducida a cenizas, y es ahí, desde la propia experiencia desde donde se puede alcanzar la virtud y la sabiduría de lo experimentado o acreditado de primera mano. Y digo sutil aprendizaje porque esta experiencia física, mental y espiritual en la que me hallo llega a un punto de tal ligereza y expansión creativa que el mínimo detalle cuenta. Un par de vivencias que de no haberme permitido extraviarme no hubiese podido jamás en ellas recrearme. La accidental, y primera, al verme a escasos metros de un toro bravo con su imponente musculutara y su baja cornamenta geneticamente diseñada para embestir mientras piensas ingenuamente que paseas tranquilamente entre asustadizas y evitativas vacas. Un regalo del destino para los sentidos, siempre claro, que el tremendo ejemplar se quede en el sitio, por y para simplemente admiración sigilosa de su belleza y su omnipotente presencia, unos segundos de mezcolanza echa a base de respeto y adrenalina que dan notoriedad a aquello de perderse para encontrarse, encontrarse ante semejante animal, circunstancia que a no ser que seas villano de estos, en rara ocasión sucederá. Y la elegida, al marcar una ruta alternativa, la cual me ha adentrado en un pueblecito tan minúsculo como encantador, Pedrosillo de los Aires, desde l@s dueñ@s del bar, una pareja de venezolan@s adorables, sus clientes, vecinos del pueblo entregados a mi causa, y amables hacedores de todo lujo de detalles sobre la tierra por la que caminaba, hasta Conchi, la simpática tendera que no me ha dejado pagar el plátano por el que suspiraba desde varios kilómetros atrás en agradecimiento a mi labor para con la naturaleza y por ser de Granada, tierra maravillosa de la que guarda unos recuerdos inolvidables. De la nada, de la ocurrencia de tirar por donde no tira nadie, miren todo lo bonito y especial que ha generado... Pues eso, que se atrevan a salirse de la ruta, que conectados y con los ojos de mirar bonito y bien abiertos lo que pasa al otro lado de la barrera suele ser maravilloso. Háganlo una vez al menos, para después tener la venia de comparar, y tras ello, la opción de elegir desde la libertad y no desde el miedo a lo desconocido y a lo que nunca nadie antes de tí se atrevió para así "asegurarte" el salto al vacío de la "inhóspita" experiencia. En mi caso, le estoy cogiendo el gustillo a esto de vivir "algo perdido", ahí afuera, lejos de la rueda pasan cosas, a veces pocas, necesario también, a veces muchas, gratificante a mas no poder, pero creanme, que todas ellas, maravillosas. ¡Ah!, y cuidado con el hielo que se forma en el alma cuando se vive de espaldas a la pura vida, al no dejarse sentir, aunque al permitirse dar cabida a las emociones transitemos las menos agradables, ellas al igual que las que más nos agradan también son sinónimo de estar vivos y las unas sin las otras no son nada, son la muerte, en vida, pero la muerte.